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Cartas a un joven bailarín 4

  Carta 4   Te relato un hecho que he vivido con frecuencia. Un joven bailarín viene a una audición. Le pregunto: -¿Qué entrenamiento siguió? ¿Cuál es su técnica? -Ninguna -responde-. Yo hago lo que quiero. -No, usted no hace lo que quiere, hace lo que puede, que no es lo mismo. El bailarín que pudiera hacer todo lo que quisiera poseería todas las técnicas, lo cual evidentemente no existe. Un periodista, un día, me hizo la siguiente pregunta: -Usted asocia la noción de "encargo" a la idea de libertad. ¿No es esto paradójico? -Para nada. El "encargo" da al artista una libertad importante. En la gran época de las artes plásticas sólo había encargos. No existe un solo pintor que hubiera hecho un cuadro para sí mismo. Y, sin embargo, han hecho las cosas más personales, más geniales, más bellas. Mira con atención el techo de la Capilla Sixtina, escucha las Misas de Bach... son encargos. Cuando el artista permanece en su habitación sin que se le pida nada, con frecuencia

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